Crónicas Vampíricas

sábado, 4 de julio de 2009

Ghost Girl Cap 1

Ghost girl

1 Siempre sentirse invisible.

La única cosa que ser el centro de las habladurías
Es no ser el centro de ellas.
-Oscar Wide

Tú nunca pensarías que esto podría pasarte.
Piensas sobre lo que podría haber sido. Lo tienes una y otra vez en tu mente, cambiando ligeramente el escenario cada vez, pero en el fondo, no crees realmente que podría haber pasado eso, porque es algo que le pasa al resto, no a ti.

Charlotte Usher se dirigió, cruzando el parque, hacia las puertas frontales del Hawthorne High*, repitiendo su mantra positivo- “Este año es diferente. Este es mi año.” En vez de ser por siempre en las memorias de su escuela, como la chica que solo ocupaba espacio, la llenadora de asientos, quien ocupaba parte del precioso aire que podría tener mejores usos, ella iba a empezar este año con el otro pie, el pie con los mas incómodos y calurosos zapatos que el dinero podía comprar.
Ella paso el último año, pensando que era el cuerpo que nadie en el Hawthorne High quería, y ella no quería salir mientras siguiera siendo eso. Este año, el primer día de escuela iba a ser el primer día de su nueva vida.
Acercándose con los primeros pasos, ella pudo ver los últimos flashes de las cámaras del equipo del anuario del Hawthorne High, que estaban en la puerta tanto como a Petula Kensington y su multitud estando cerca y más cerca del hall de entrada. Ellos eran siempre los últimos en llegar y entonces despreciaban a cualquiera debajo de su corriente super-popular. Con su entrada, la escuela tenía un comienzo oficial. Y Charlotte estaba sola, afuera y quedándose atrás en la lista. Igual que siempre. Tan lejos.
El portero echó una ojeada afuera y miró si es que alguien venía. No había nadie. Bueno, había, pero como era usual, el paso la vista sin fijarse en Charlotte, quien empezó a tomar velocidad cuando el comenzó a cerrar la gran puerta de metal. Para ella, esta parecía como la puerta de una bóveda bancaria. Pero, con un inesperado cambio, Charlotte alcanzó las puertas y encontró un espacio justo para poner su nuevo zapato y detener que las cerraran.
“Lo siento, no te vi” dijo el portero inentendiblemente.
Ella no había sido vista, lo que era esperado, pero ella logró cierto reconocimiento y una disculpa. Su “Plan popular”- hacer una lista que ella tenía minuciosamente trabajada con el objetivo de allanar al objeto de sus deseos, Damen Dylan.- tenía que estar funcionando.

Ella estudió a Petula, la chica más popular en la escuela, y a sus dos besadoras -de-trasero mejores amigas, las Wendys- Wendy Anderson y Wendy Thomas- en la forma en que las chicas-fan estudiaban a sus celebridades favoritas. Ella quería hacerlo perfecto. Igual que ellas.
Se acercó la primera destinación de su agenda con confidencialidad: La hoja de muestras para las “pruebas” de cheerleaders. La más y exclusiva “hermandad” de todas y su ticket de oro para no solo hacerse notar, sino también para ser envidiada. Charlotte dejó el viejo lápiz, que estaba colgando del sujetapapeles, por una secuencia raída unida con cinta y empezó a escribir su nombre en el último punto abierto.
Cuando ella empezó a escribir la “C”, ella se golpeó áspera, pero ligeramente el hombro. Charlotte paró de escribir y se volvió para ver quién estaba interrumpiendo la primera tarea del día –no, de su nueva vida- y luego vio una línea de chicas que habían “acampado” toda la noche, esperando para unirse. La reunión se parecía menos, a un intento de “casting”.
La candidata, la miraba de la cabeza, hasta los pies, tomó el lápiz y luego escribió su nombre dentro de la línea. Luego ella abrió la mano y dejo caer el lápiz despiadadamente por toda la longitud de la cuerda.
Charlotte vio al lápiz balancearse contra la pared como si fuera, un hombre colgando.
Ella escuchó al pack de aspirantes a cheerleaders reírse tontamente detrás de ella, y se alejó. Charlotte ya había tenido experiencias sobre este tipo de crueldad antes –en su cara y por su espalda- y trató siempre de no preocuparse sobre lo que la otra gente pensaba o decía sobre ella. Pero incluso en su modo “remodelado”, ella no había desarrollado una piel tan gruesa, como para soportar esta total mortificación. Charlotte se la quitó de encima, rechazando perder su temperamento o su dignidad. Ella consultó su planeador y murmuró “asignaciones cerrantes”, para ella misma y lo puso en la lista, como su próxima destilación.
Mientras ella caminaba, su mente repasaba el itinerario de su verano pasado. Si fuera honesta, tenía que admitir que había puesto una ridícula cantidad de esfuerzo, para atraer su atención. Algunos dirían demasiada. No había “meter” o “pellizcar”, nada tan extremo, pero el pelo, la dieta, el guardarropa, el cepillado y estilo habían tomado la mayor parte de sus vacaciones. Después de todo, ella hacía una búsqueda de sí misma, y cuando todo estuvo dicho y hecho, ¿que verdadera calidez viniera de esa dosis masiva de su propia mejora, de todas formas?
Seguro, ella sabía que eran principalmente…okey, totalmente, cosas superficiales, pero ¿y qué?
En su vida hasta ahora, todas las indicaciones, eran sobre “belleza interior”, sermones que eran un montón de basura de todas formas. La “belleza interior” no hacía que te invitaran a las más geniales fiestas, con la gente mas popular. Ciertamente no hacían que fueras a la pelota cayendo (fall ball), con Damen Dylan.
Lo esencial, Damen era una prioridad, y líneas muertas*, como el baile, en cierto modo motivaban a Charlotte.





Ella podía justificar su desvío a la superficialidad como un movimiento estratégico. Del modo en que lo veía, había dos formas para llegar a Damen. Una era sobrepasar a Petula y su corte. Pero con la reputación de Charlotte, o la carencia de una, las probabilidades no eran muy buenas. Esas chicas siempre habían sido populares. Podrían serlo siempre. De hecho, toda la esencia de la popularidad era una habilidad innata. No era algo que se pudiera trabajar o archivar. Era heredado –por quién o qué. Charlotte pensaba, era un misterio.
Pero- y aquí es donde el plan de Charlotte, se volvía mucho más sutil -si ella pudiera manejar el parecerse a Petula y las Wendys, actuar como ellas, pensar como ellas, ajustarse a la gente con la que Damen se juntaba, ella podría tener una posibilidad con él. Había mucho que decir por lo que había visto, y pensaba que había conseguido al menos ese derecho.
Esto la llevó al otro lado de Damen. La mejor opción. Su opción preferida: sobrepasar completamente a las chicas e ir directo a Damen, por sí misma. Era un movimiento arriesgado, claro, desde que ella no sabía mucho sobre coqueteo. La remodelación era el necesario primer paso, pero la fase siguiente era hacerlo o quebrar. Ella se apuntó para clases que sabía que él estaría y planeó pasarse por cerca de su locker, que era su forma de localizarlo por ahora.
Como cualquier otro, Damen nunca había notado antes a Charlotte, y un poco de maquillaje más una visita a un profesional, improbablemente iban a cambiar eso. Igualmente, Charlotte seguía teniendo esperanzas. Esperanza en que, si ella podía pasar algún tiempo de calidad con él, especialmente ahora que había mejorado su exterior, las cosas podrían funcionar.
Esto no era solo algo que pensaba que deseaba, por otra parte, en una conclusión Charlotte había dibujado una observación intensiva de Damen. En los cientos de fotos que ella había tomado secretamente de él durante años, Charlotte pensaba que había descubierto una cierta, bueno, decencia en él. Estaba en sus ojos, en su sonrisa.
Damen era magnifica y atlético, y se comportaba exactamente como se suponía que un auténtico chico guapo se comportaba -superior- pero él era agradable por aquello. No era sorprendente que la decencia de Damen fuera lo que menos le gustara a Petula de él. Quizá era la calidad a lo que ella más le tenía aversión, pues esto era justamente de lo que más carecían ella y sus amigos.
Con las risas de las candidatas a cheerleaders, que seguían retumbando en sus oídos, Charlotte necesitaba un poco de suerte mientras se acercaba al gimnasio. Las asignaciones de los lockers estaban puestas en la puerta doble, y Charlotte había ido directo a ellas. Ella corrió lentamente su dedo, bajando la columna alfabética de estudiantes, la página P-Z, echando un vistazo al número de los lockers, mientras buscaba el suyo.
Cada nombre era familiar; eran chicos son los que había crecido, conociéndolos del preescolar, la escuela elemental, o la media. Sus caras traspasaban su mente como una exposición de diapositivas. Luego ella llegó a su nombre:
Usher, Charles. locker: 7
“¡Siete es el número de la suerte!” ella dijo, pensando que eran buenas predicciones. “Bíblicas, de hecho”. Ella buscó en su mochila y sacó un lápiz. Ella cambió permanentemente su nombre, de “Charles” a “Charlotte”. Ella quería que estuviera bien -especialmente hoy.
Otra búsqueda de dedo abajo, le reveló que el casillero de Damen estaba al otro lado de la construcción. Ella se dirigió a su locker, dándose una charla de ánimo el día entero.
“No es un gran problema”, Charlotte se tranquilizaba a sí misma, mientras probaba la combinación de su locker un par de veces, abriendo y cerrando la puerta, antes de ir a buscar el locker de Damen.
Ella continuó caminando y hablando para si misma, gesticulando como un teatrero friki haciendo un monólogo, cuando repentinamente ella empezó a ahogarse.
Preocupada, ella fue hacia la azotea, que estaba llena de fumadores tomando sus últimas drogas antes de las clases. El exhalar sincrónico de monóxido de carbono, producía una densa y acre niebla, y ya era muy tarde para contener la respiración. Entonces ella caminó más rápido. Las conversaciones terminaban una a una mientras Charlotte pasaba. Extremos encendidos de cigarrillos, eran dejados en tazas de café, o golpeados contra el concreto del suelo, como turbulentos rastros de humo escapando por todo su alrededor.
Cuando ella emergió de la neblina y se acercaba a las puertas de el otro fin del pasillo, Charlotte pudo ver un manojo de chicos apoyados en la bajada del pasillo, como sabuesos dedicados*, preparándose para la entrada de uno de los artistas mas solicitados.
“Damen!” ella jadeó con temor.
Encima de la multitud, todo lo que ella pudo ver fue su espeso y hermoso cabello, pero era todo lo que necesitaba. Ella sabía que ese era su cabello. No cera, grasa, ninguna masilla, ninguna goma, gel, voluminizador, o alguna indirecta de metro sexualidad de ningún tipo. Simplemente una cabeza con magnifico pelo ondulado. Charlotte mantuvo los ojos en el premio mientras rompía en esa clase de caminata-corrida desesperada, como las que solía hacer para llegar temprano a la parada de bus, y se apuró, si aliento, a llegar al locker del lado del de él. Ella llegó justo antes que a Damen su adorada plebe le permitiera el paso.
Había pasado ya un largo tiempo desde que Charlotte había estado tan cerca de él en persona, y la afectaba más de lo que había pensado. Ella lo había visto, o al menos sus fotos, durante todo el verano, pero esto era real.
Ella estaba paralizada. Cuando el se acercó la multitud convergió. Mientras más cerca de él estaba, más se daba cuenta de lo poco de él que había visto. Ella dio un paso dentro del círculo de actividad que lo rodeaba, tratando de mantenerse cerca, pero se ahogaba en el vórtice cada vez que lo intentaba. En este, su primer día, Charlotte se encontró en el siempre-muy-familiar lugar –en las afueras mirándolo.

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